Frases que hacen nidos

   Prólogo

                       Algunas cosas que se dicen son intrascendentes y olvidadizas, sin voluntad de que nadie las repita y mucho menos de que las recuerde. En cambio otras son como permeables lágrimas ateridas o caricias imaginadas de sueños imposibles.  Las frases que nunca se van de nuestras vidas. No sé aún cuál de las dos opciones deseo, la primera me deja vacío y la segunda me desborda. Mentiría si dijera que no estoy triste al pensar en tantas frases dichas y otros minutos de elocuentes silencios; porque casi todo lo que se dijo fue pronunciado por personas que ya no están entre nosotros ni transitan ya por nuestras rutinarias existencias ni a la vista de nuestros ojos.

Me he sentido tantas veces mudo cuando debía hablar, perdido cuando debía ser guía o confundido cuando se esperaba la claridad, que creía que no volvería a dejarme arrastrar a las arenas de las frases que, desde hace tiempo fueron dichas, a las palabras que hacen nidos. Se posan en mi mente y traen pedazos de ramitas hasta que se convierten en una historia que anida y arraiga sobre mí.

Nunca fueron frases mías, otros las dijeron, pero en algún momento, inadvertidamente, yo me apropié de ellas para tratar de explicar lo que he vivido o quizá lo que hubiese querido vivir.

                                                 Frases que hacemos nuestras. Esto ocurre cuando repetimos lo que otros dijeron, porque, por algún motivo recurrente, explican mejor cuales son nuestros verdaderos sentimientos. Una de ellas tiene que ver con un antiguo proverbio chino que se leería:

“No puedes impedir que un pájaro se pose sobre tu cabeza, pero sí puedes impedir que haga un nido”.

Está claro que muchas ideas que irrumpen en nuestra mente no son para quedarse, porque no nos conviene que lo hagan, necesitamos ahuyentarlas y que vuelen hacia otro lado. Si no actuáramos así probablemente esos pensamientos podrían acabar con nosotros, o con una buena parte de lo que más apreciamos en la vida. Sin embargo otros pensamientos; otras frases que proceden de la sabiduría popular, de las experiencias que otros relataron, de escritos extemporáneos que han sobrevivido miles de años hasta nuestros días, o de cierto sentido moral acuñado desde el principio de la creación en nuestro ADN, nos hacen atesorar estos proverbios o hebras de un nido compuesto por miles de filamentos entretejidos sobre una mullida cama de brezos.

Desde el pequeño nido del Colibrí hasta el pesado nido de las Cigüeñas, todos ellos revelan un arduo trabajo de recopilación; las aves han necesitado desplazarse y sobrevolar extensas distancias y hacerlo muchas veces transportando en su pico pequeñas ramitas y restos vegetales.

Lo único que capta nuestra atención sobre un nido hasta que miramos hacia arriba, es el piar de sus polluelos. Cuando el nido ya se ha hecho adulto, también se hace presente. Es como el preludio de sabiduría que se refleja en los cabellos blancos de un anciano, de unas manos arrugadas que denotan la experiencia del uso, o una mirada serena y escrutadora que nos cuenta todo lo que nadie nos dijo. Si conversamos con él seguramente averiguaremos cosas que ni siquiera sospechábamos y algunas de ellas, probablemente nos impulsen a meditar, a replantearnos en qué ocupamos nuestro tiempo o sencillamente qué es lo que estamos haciendo con nuestras vidas. Es como si el nido ya se hubiese formado en nuestra mente.

Cuando era todavía un niño -muy distraído- que flotaba en la magnificencia de un cosmos que yo mismo había creado, la lectura de pequeños relatos despertaron en mí el apetito por las bibliotecas y sus autores, fue como un alimento fácil de digerir. En cierto sentido, este libro pretende algo parecido con nuestros hábitos de lectura pudiendo alimentar nuestra mente con algo sencillo y al mismo tiempo nutritivo.

Los lugares donde se ambientan los relatos pueden ser fácilmente reconocibles, la razón quizá se deba a que en una ciudad tras otra,  independientemente de su historia, economía o identidad, encontramos rasgos similares, los problemas son los mismos. Todos nosotros compartimos las mismas preocupaciones sin importar donde vivamos. La arqueología ha desenterrado vestigios que confirman este hecho: las angustias que sufrieron nuestros antepasados no se diferencian de las nuestras. Inquietudes económicas, de salud, sentirse amado, llenar el vacío espiritual, tener un objetivo en la vida, o en ocasiones simplemente saber en quien confiar.

Cada una de las historias que se relatan en este libro poseen un hilo conductor o cordón umbilical, una frase que subyace en el alma del relato, quizá podemos pensar en ella como un mudo guión, un storyboard que conecte con nosotros y nuestras propias experiencias. Los personajes son en la mayoría de los casos personas normales que gozan o sufren sencillas y extraordinarias vivencias. Pero si lo pensamos bien quizá no haya nada más extraordinario que estar vivos a pesar de lo erosionada que está nuestra existencia y la heroica actitud de enfrentarnos a los diarios embates a los que nos somete la vida. La lectura de esta colección de relatos intentará refrescarnos hasta donde cada uno de nosotros lo permita, pero también procurará dejarnos con una frase en nuestro nido.

Manuel Julián