Escribir

Ser escritor puede parecer un negocio muy poco rentable si uno tarda diez años en escribir un libro. Pero en diez años suelen pasar muchas cosas.

Tuve tiempo de ejercer como maestro jardinero, de empezar un libro, de caer desde seis metros de altura en unas podas de riesgo, de perder un trabajo, de comenzar en otro lugar, de luchar contra la enfermedad de mi esposa, de continuar y llegar hasta hoy no habiendo dedicado todo el tiempo que hubiera deseado a escribir, pero completamente satisfecho del resultado.

Como las antiguas tinajas de barro agrietadas por el tiempo y reparadas con grapas de hierro, a veces llegamos hasta aquí rotos, pero enteros.

Escribí en los jardines, después en el hospital, en las salas de espera, en el tren, en cualquier papel que llegó a mis manos, en los márgenes en los dorsos de páginas ya escritas; y lo hice siempre con la imperecedera ilusión de que un día compartiría todos estos relatos con alguien que de verdad disfrutara tanto al leerlos, como yo lo hice al escribirlos.

Quizá ese día ya ha llegado, quizá sea hoy.

 

La arqueología, la historia y la aventura siempre fueron mi trilogía favorita. Es posible que en otro orden, pero a menudo conviviendo juntas como una sola.

Me contaron una vez que el futuro es un vector sobre una línea de tiempo llena de gente como nosotros que siempre intenta mirar hacia delante sin menospreciar el pasado. Mandarinas de Papel es una historia que transcurre a finales de 1964, puede parecer una fecha muy lejana en un mundo en que todo avanza con tanta rapidez que lo que hoy representa una innovación, mañana ya está obsoleto. En cierto modo nuestros anhelos y temores son intemporales. Amamos y nos asustan las mismas cosas de siempre. Lo que ocurrió en 1964 es lo mismo que ocurrirá mañana, que desearemos vivir intensos e inolvidables momentos felices para que nuestro paso por esta precaria y efímera existencia de conflictos y preocupaciones a la que llamamos vida tenga algún sentido.

Para los personajes de esta historia todo tenía sentido. Todo ocurría para o por algún motivo y es fácil que nos veamos reflejados en ellos y que durante la lectura hablen o sientan por nosotros mientras el relato avanza hacia una íntima relación en la que el pasado y el presente se dan la mano, y nosotros mantendremos abiertos nuestros corazones como un libro que solo desea vivir la aventura de sentirnos vivos.