Escribir es como…

¿Por qué no acabas tu mismo la frase?

 

Escribir libros despierta en cada uno de nosotros diferentes sentimientos: quizá una mezcla de reafirmación, añoranza o inseguridad. El oficio de escritor no es en sí mismo una tarea fácil. Independientemente de si uno es caótico o sumamente ordenado, debemos atenernos a las reglas. Una de ellas es lo que deseamos transmitir, después, cómo vamos a comunicarlo y finalmente qué es lo que quedará, es decir, lo que el lector recordará después de haber leído nuestro trabajo.

En todo esto intervienen las técnicas de comunicación, los estilos y una cuidada ortografía. El escritor disfruta de una amplia libertad creativa, aunque esta, para bien o para mal, siempre tiene sus consecuencias.

Algunos simplemente escriben y escriben compulsivamente como si estuvieran parloteando en el diván de un psiquiatra, en cambio otros terminan una página, la vuelven a leer, la corrigen, y avanzan hasta la siguiente.

Para dar, hay que tener, para ofrecer, hay que conocer

 

O dicho de otro modo, antes de ser un buen escritor, un debe ser un buen lector. Las obras de otros, las texturas y ramificaciones de sus relatos, así como la fraseología y riqueza de vocabulario pueden ser para nosotros la barandilla de una empinada escalera desde la que nos asomamos al vacío. Incluso antes de aprender gramática, las frases y textos pueden quedar indeleblemente guardadas en nuestra memoria, dándonos una guía de composición y estructura.

Las descripciones son un gran history board en nuestra imaginación. Nuestra mente recrea los ambientes incluso antes de que sean descritos. Una especie de visión plástica que puede corresponder fielmente a la realidad o solo basarse en ella. En todo esto, los detalles son muy importantes.

Un estudio reciente distinguía hasta catorce diferentes estilos literarios, entre ellos se encuentran el estilo jocoso, con una implícita intención de arrancarnos una sonrisa, el estilo vehemente, en el que predomina la pasión e incluso de la violencia, con palabras y acciones que reflejan ese mismo impulso precipitado y anhelante. El estilo sencillo, en el que de manera explícita, el texto se despoja de todo ornamente literario y se dirige inexorablemente hacia la simpleza, con toda su fuerza y claridad.

 

El último libro de Carlos Luis Zafón se abría con la siguiente reflexión:

“Una historia no tiene principio ni fin, tan solo puertas de entrada. Una historia es un laberinto infinito de palabras, imágenes y espíritus conjurados para desvelarnos la verdad invisible sobre nosotros mismos. Una historia es, en definitiva, una conversación entre quien la narra y quien la escucha”

Prólogo de “El laberinto de los espíritus”.

Editorial Planeta

 

 

LA ESCRITURA PUEDE SER NUESTRA PUERTA ESTELAR

Está claramente demostrado que existe una relación entre el lector y el libro, un vínculo que comienza por el olor a tinta, a papel nuevo y luego nuestra inmersión –como un submarinista- en las palabras y en todo lo que íntimamente provoca o evoca en cada uno de nosotros.

Durante mucho tiempo se consideró a la mítica autora Agatha Christie una escritora mediocre, después de su muerte algunos dijeron cosas sobre ella que rozaban el respeto y la admiración:

“Agatha Christie ha proporcionado entretenimiento, suspense y alivio temporal a las ansiedades y traumas de la vida en tiempos tanto de paz como de guerra a millones de personas de todo el mundo, y ese mérito se merece nuestro agradecimiento y respeto. Sospecho que un viajante atrapado por la noche en un hotel de aeropuerto que encuentra en la mesilla de noche dos novelas, la última ganadora de un prestigioso premio literario y una de Agatha Christie, se decantaría por esta última para calmar ese vago temor que inspiran los viajes actuales y la incomodidad y el aburrimiento de una larga noche”.

«Todo lo que sé sobre novela negra»

Phyllis Dorothy

Este comentario de una erudita sobre el género de suspense refleja el efecto que las palabras de un buen escritor puede tener en las rutinas y vida cotidiana de sus lectores, y este en sí mismo es el mayor precio que uno podría alcanzar.

Para todos aquellos que se inician en el arte de la escritura, deseo recomendarles que no se precipiten, que lean, consulten y compartan antes de dejarse atrapar por todas esas ofertas de autoedición o publicaciones a bajo precio. Nada es gratis y antes de ganarte la confianza de una editorial reputada, es bueno hacer ejercicio de humildad y dar a leer nuestro relato al mayor número de personas instruidas posibles, pedirles consejo y por supuesto tener la valentía de implementar sus recomendaciones. En mi primer libro, “Mandarinas de papel”, —diez años de trabajo— realicé más de treinta ediciones diferentes de la misma historia y estoy convencido de que el magnífico resultado no habría sido posible sin la opinión de todos mis colaboradores.

En una entrevista a Stephen King sobre sus autores preferidos, el prolífico escritor dijo lo siguiente:

“Lo que más aprecio en las novelas y en los novelistas es la generosidad, una completa desnudez de corazón y mente

El Cultural, junio de 2015

 

¿Puede realmente un escritor quedar desnudo ante sus lectores? Todo ello dependerá de la fuerza y sinceridad con la que escribamos. Sería errático no reconocer que una buena parte de lo que somos, creemos, amamos o tememos no quedará impregnado en nuestros personajes si disfrazamos nuestra identidad en el relato. Todo lo que hacemos deja su huella, o como diría Agatha Christie, deja su rastro. Por ello es tan importante dotar de voluntad propia a cada uno de nuestros personajes, para que vivan y se adentren en nuestro submundo imaginado, para que regresen y compartan con nosotros lo que sintieron durante su gran viaje. En cierto modo esos personajes se nos parecen.

by Manuel Julián