Me costó mucho entenderlo, pero las Chirucas que acompañaron mi infancia debían durar 8 años. La empresa de las botas fue fundada en 1965 y yo en 1963, de manera que teníamos que llevarnos bien, pero no siempre fue fácil; los charcos, las patadas a toda clase de cosas, trepar a los árboles y carreras para llegar el primero, todo ello ponía a prueba el calzado y mi paciencia, porque no se desgastaban ni se rompían.
Como todavía eran muy grandes para mis pies, recuerdo que mi madre rellenaba la punta con algodón. Si alguien me pisaba, no sentía absolutamente nada, porque mis dedos estaban en otro sitio, más atrás, fueron siempre muy tímidos.
El tiempo pasaba y mis compañeros de clase ya lucían sus primeras Bambas, botas de fútbol con tacos, zapatillas de loneta y otros calzados más modernos, en cambio yo y mis Chirucas estábamos tan vinculados el uno al otro, que si alguna vez debía ponerme unos zapatos de domingo, me sentía totalmente perdido. Con una extraña sensación de que el día no podía salir bien y que algo irremediable pasaría.
Antes del 78 tuve una boda y las Chirucas no quedaban bien con la corbata, me arriesgué y me puse unos zapatos mocasines, parecía un pimpollo, ¿cómo podía echar de menos el calzado del colegio? ¿En una boda?


La infancia era una época de contradicciones, una constante duda que debía resolverse con el paso del tiempo. En realidad he comenzado hablando de botas, pero de lo que realmente quería hablar era de lo que no entendíamos entonces y de como algo tan simple con tener lo necesario, era a su vez suficiente. Las Chirucas fabricadas hoy con materiales de gran calidad, como el Gore-Tex, han evolucionado a diseños más actuales para practicar el Trekking y el Senderismo, pero yo y mis antiguas botas nos hemos quedado en el pasado. En un tiempo en el que había tantas posibilidades como carencias, pero que gracias a esa pequeñas lecciones de la vida, he podido valorar lo que tengo.
Ya calzo el 42, y hoy aquellas botas me habrían ido perfectas.

 


by Manuel Julián