Fly me to the moon” (Llévame volando a la Luna) decía la letra de la canción que tantas veces cantó Frank Sinatra. Escrita por Bart Howard, e interpretada por primer vez en 1959 por Felicia Sanders, la melodía original tenía el título: “In Other Words” (En otras palabras).

En realidad, los que casi se quedaron sin palabras fueron los astronautas que el 24 de diciembre de 1968 fotografiaron la Tierra desde la Luna. La tripulación del Apolo 8 acompañó sus imágenes con una breve y a la vez contundente reflexión sobre lo insignificantes que parecían nuestras pequeñas quimeras si se observaban desde esa distancia.

Esa mítica fotografía de la Tierra emergiendo tras la curvatura del horizonte lunar fue elegida por LIFE magazine como una de las cien imágenes más destacadas del pasado siglo.

Era la primera vez. Y en el denso silencio del espacio exterior, dos de sus tripulantes (El piloto Jim Lovell y el comandante Frank Borman) leyeron, y así fue retransmitido para millones de personas de todo el mundo, un fragmento del libro de Génesis, los diez primeros versículos que comienzan con la siguiente declaración: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”…, y que concluye así en el diez: “Y…, vio Dios que era bueno”

Claro, que cuando Moisés escribió estas palabras, aún no existían las teorías del Big Bang, La Relatividad, La Evolución y los estudios sobre la afamada “Partícula de Dios”…, entre otras conjeturas modernas. Sin entrar en consideraciones sobre nuestras creencias o descreencias personales, lo cierto es que se plantean dos cuestiones de fondo en este breve artículo de opinión: la primera es sobre la perspectiva desde la que nos concentramos en nuestras inquietudes, y la segunda (inevitablemente) sobre la obsesión de algunos por viajar al espacio y que les ha impulsado a invertir verdaderas fortunas en un pasaje a las estrellas.

El tiempo suele modificar las cosas y la distancia -al igual que en la observación de una obra de arte- también tiene el poder de crear nuevas perspectivas. Todos nosotros conocemos la frase sobre “el árbol que no te deja ver el bosque”, y es que a veces tenemos nuestros problemas tan presentes, que no somos capaces de ver nada más. Sin embargo podemos ampliar nuestra comprensión sobre nuestras preocupaciones si investigamos nuevas formas de afrontarlas, si las compartimos con personas de confianza, seguimos una dieta sana, algo de ejercicio, buenos hábitos de sueño y realizamos nuevas actividades, especialmente aquellas en las que hacemos algo por alguien.

Mejorar nuestra salud, conocer nuevas personas y lugares o sentirnos útiles no solucionará el problema por sí solo, pero nos ayudará a verlo de otra manera…, en la distancia. La manera en que gestionamos nuestras inquietudes puede ser la diferencia entre hundirnos inexorablemente en el oscuro pozo de la ansiedad o convertirlo en una oportunidad para aprender y progresar, para cultivar cualidades y hacernos más resistentes.

Seguramente pensarás que es más fácil decirlo que practicarlo, y tienes razón, pero todo lo que vale la pena en la vida requiere esfuerzo, lo realmente fácil es rendirse. Ninguno de nosotros nos lo merecemos.

LLEVAME VOLANDO A LA LUNA

 

¿Quién dijo que soñar era barato?

Este año que acaba de comenzar ofrecerá nuevas oportunidades a aquellos que deseen emprender un viaje de ida y vuelta al espacio.

Ahora que sabemos que la clase media ya no existe y que según algunos detractores no ha existido nunca, no es difícil imaginar lo que serán capaces de hacer aquellos que no les importa gastar su dinero en un monumental capricho de astronauta.

Por ejemplo, si te sobran 40 millones de dólares, podrás dormir muy pronto en el hotel que los rusos pretenden construir en la Estación Espacial Internacional [ISS] (en inglés), y por 20 millones más el paquete turista incluirá “paseos” alrededor de la estación.

El hotel dispondrá de todas las comodidades, habitaciones equipadas con lo último y provistas de grandes ventanales desde los que observar el espacio infinito, un privilegio que hasta ahora solo habían disfrutado los integrantes de la tripulación.

¿Te imaginas lo que se podría hacer aquí en la Tierra con esa suma de dinero?

La FAO estima un coste en comida (para aquellos que viven bajo una pobreza extrema) de 160 dólares al año y por persona. O lo que es lo mismo, con esos 40 millones de dólares, 250.000 personas no tendrían que preocuparse por la comida durante un año.

Como decía la canción. “En otras palabras”…, cada uno es muy libre de hacer lo que quiera con su vida y su dinero, y sin embargo:

La vida no está hecha de viajes, decepciones, alegrías y minutos, sino de los gestos que nos honran y por los que somos recordados”

by Manuel Julián