El momento de un comienzo suele ser algo confuso, una mezcla de miedo e ilusión intentando sobrevivir a ese pequeño instante en que nada volverá a ser como antes. En cada origen hay un factor que es común a todos, se trata de la falta de experiencia. Muchas de nuestras dudas o preguntas no quedarán resueltas hasta que demos ese primer paso y sin embargo ese breve espacio que separa lo de antes con lo de ahora suele ser muy imperceptible, casi como un parpadeo.

Si abro el viejo álbum de fotos observo con extrañeza todas aquellas imágenes en las que no me veía especialmente agraciado y sin embargo hoy me cambiaría por aquel joven ingenuo y soñador en el que casi no me reconozco. Nunca podremos tenerlo todo, la jovialidad y la sabiduría de los años al mismo tiempo.

Mi padre me hizo sentir como un astronauta porque «siempre estaba en las nubes». En realidad me daba miedo aterrizar porque sabía que en ese momento mi infancia de juguetes baratos, tebeos prestados y nuevas golosinas se iría para siempre. Hoy, intento aferrarme a lo que me queda para que no desaparezca, al niño que fui atrapado en este cuerpo adulto. ¿Cómo era la canción? «Forever Young»…, pues eso…