«Pasó delante de él en su bicicleta, con un cesto de mimbre repleto de libros, su pelo volaba hacia atrás, hacia donde él estaba parpadeando como en un sueño. Fue un instante breve, casi irreal, el de una estrella fugaz a punto de desaparecer y a la vez, quedarse para siempre».

Mañanas que se parecen

by Manuel Julián

Si las bicicletas eran para el verano, los libros son para la playa.

Donde las tablets y dispositivos electrónicos fracasan a plena exposición de la luz solar, los libros tradicionales, los de papel están recuperando su hegemonía. Dejando un poco atrás la bucólica postal de otoño con lecturas ante la chimenea, caminando sobre una tupida alfombra mientras sostenemos una humeante taza de café…, lo cierto es que todo esto todavía queda lejos si tomamos en cuenta las elevadas temperaturas de este tórrido verano,  la imagen hoy es la de actividades al aire libre y en cierto modo el producto estrella es ir a la playa, zambullirse en la refrescante agua del mar y visitar uno de los típicos chiringuitos de playa donde saborear una bebida con lima y mucho hielo pilé.

El periodista Ernest Alós publicó a mediados de agosto una sugerente lista de libros que podrían interesar a un gran número de lectores, aunque no voy a destacar los títulos sí que mencionaré a quién iban dirigidos:

Eran libros para:

Recuperar asignaturas pendientes.

Dejarnos arrastrar por los sentimientos…. o por el humor. … o por el dolor.

Para viajar de una manera diferente.

Para intimar con espías e intrigas criminales.

Para conocer la historia…. o para dejarse llevar durante horas.

Para trasladarse en el tiempo y la distancia.

En total se proponían más de cuarenta título con pequeñas sinopsis, reseñas y recomendaciones.

Alós introducía su lista de lecturas estivales con el párrafo:

«El calor no da tregua, pero siempre es posible olvidarse de estos rigores gracias a un chapuzón, un viaje emocionante o, lo que es casi lo mismo, un buen libro»

Está claro que encontrar un buen libro puede ser tan refrescante como visitar nuevos lugares y el verano un momento de oro para desconectar y dejarse llevar por apasionantes lecturas que envuelven, atrapan y crean vínculos inolvidables.

Los quioscos son a hora las nuevas librerías. Todos ellos pueden ofrecer lo más actual y recomendar algunos clásicos imperecederos. No son libreros, pero han estado en contacto con los libros desde siempre y conocen los gustos y preferencias de sus clientes.

Seguramente que todos nosotros hemos curioseado alguna vez esas listas de diez o veinte libros que deberíamos de haber leído antes de morir. Todo lo que esas listas promueven es la sensación de que todavía estamos a tiempo de probar la satisfacción de la lectura. Todos nosotros podemos crear nuestra propia lista de recomendaciones y llamarla “lecturas para el verano”. Esto no es nuevo, y si lo escribimos en nuestro buscador de internet encontraremos respuestas muy interesantes.

Lejos de temer lo que un libro puede hacer con nuestras antiguas opiniones, debemos abrazar la literatura contemporánea como un medio para abrir y diversificar nuestra mente. Para que las sinapsis adormecidas por el calor vuelvan a conectarse y recorran las autopistas de nuestro lado más creativo.

He visto muchos libros sobre toallas y persona leyendo bajo sus sombrillas, apurando el último capítulo, la última línea antes de darse un chapuzón y regresar al apasionante mundo que habían dejado sobre la arena. Son personas que no han decidido ser grandes lectores, simplemente se han dejado cautivar por una buena historia.

Un verano sin un buen libro, es como un verano incompleto.

SITGES INFOGUÍA MAGAZINE nº147 septiembre 2017