Hay una parte de la literatura en permanente transformación, relatos en los que las descripciones se convierten en diálogos, anotaciones a pie de página como un gran storyboard; son los guiones cinematográficos, o imágenes adaptadas a partir de un texto.

La coherencia del guión de cine con respecto al texto original siempre ha suscitado controversias, ¿realmente esta secuencia respeta el espíritu del texto? Hay para algunos cierto rigor histórico en su adaptación, en cambio para otros, el texto original es solo un punto de partida en el que se produce una profunda metamorfosis. Quizá este sea el motivo por el que se disfruta o detesta una producción de cine si antes hemos leído el libro en el que se basa la película.

CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA.

No sabremos nunca cuanta realidad había contenida en el texto, pero sí cuanto del texto no se había respetado en la realización de la película. ¿A qué olía el miedo, cuál era el color del infinito, el sabor del primer beso? Es muy difícil transmitir ciertos conceptos o sensaciones en imágenes. Todo es por lo tanto una gran ficción, un algoritmo de especulaciones que ha podido arruinar a más de una producción cinematográfica.

La historia puede ser buena a pesar de la película y viceversa. Muchas veces la narración en papel nos muestra los pensamientos de un protagonista que permanece en silencio, una voz en off o narrador imaginario que nos guía por sus temores, alegrías o propósitos y que el cine da por hechos en imágenes que ya no necesitamos interpretar o imaginar. Casi siempre se elogia al director, productor u otros artífices de la película, pero muy pocos se quedan en su butaca esperando leer en los créditos quien la escribió. Sin embargo, sin ese texto no habría historia y por lo tanto no habría película.

El guionista es el alma mater de la película, un trabajador freelance infravalorado y muchas veces anónimo entre un maremágnum de técnicos de maquillaje, efectos especiales y atrezo.

Escribir un libro es en la mayoría de los casos una tarea más “sencilla” que la de escribir un guión. Las grandes productoras cinematográficas reciben miles de guiones todos los días, miles de soñadores creando atmósferas únicas, lenguajes apasionantes y experiencias irrepetibles que simplemente terminan en el cubo de la basura.

Hay notables diferencias entre una novela y un guión de cine. Por lo general, el guión solo ocupa unas 120 páginas, mientras que un libro puede ser mucho más extenso, y esta podría ser una de sus primeras diferencias. El guión incluye casi exclusivamente diálogos, descripciones y acciones, por ejemplo nos indica quié, cuando y como habla un personaje, en qué momento hace su aparición, que ropa lleva puesta, en qué lugar está… Cada secuencia se trata como si fuera el capítulo de un libro, pero evitando todo lo que pueda resultar superfluo. Suele expresarse de forma más dinámica y directa, sin detenernos en nada más de lo que persigue la propia historia.

Normalmente el libro lo escribe una sola persona, en cambio el guión está supeditado a toda una fauna de compromisos económicos, presupuestos de producción, artistas arrogantes y engreídos, una larga lista de obstáculos que pueden terminar con un texto antes de que vea la luz. Esta peculiaridad ha avocado en una huelga de guionistas para mayo de 2017. El sindicato de guionistas americano Writers Guild of America [WGA] reclama principalmente un aumento de salarios y un respeto por la profesión, constantemente sujeta a cambios fluctuantes y caprichos de producción para supuestamente aumentar el índice de audiencia.

La huelga afectaría a las grandes superproducciones, así como a los textos de las series de televisión, un mayor porcentaje de los beneficios de ventas de los DVD, jurisdicción sindical sobre los escritores de reality show, de programas animados y compensación por ventas de contenido digital. Un desafío económico que en la última huelga representó una pérdida de casi 300 millones de dólares. Esto supondrá que 12.000 personas detendrán su trabajo de forma inmediata. La situación es crítica, ya que muchos escritores están todavía arrastrando los costes que supuso la famosa huelga de 100 días y que afectó la temporada 2007-2008.

“SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS”

Hay frases que se han acuñado de manera indeleble en nuestra memoria:

De todos los bares, en todos los pueblos del mundo, ella entró en el mío”

El ranking de los mejores guiones de la historia del cine lo encabeza CASABLANCA, escrita por Julius J.& Philips G. Epstein y Howard Koch.

La película dirigida por Michael Curtiz   y estrenada el 26 de  noviembre de 1942, obtuvo 8 nominaciones a los Óscar consiguiendo tres estatuillas:  a la mejor película, al mejor director y al mejor guión adaptado.

En el listado de las cien frases más célebres de la historia del cine, publicado por el American Film Institute en 2005, Casablanca tiene seis frases; más que cualquier otra.

Salvando el tiempo y las distancias, como dijo el director y guionista James Cameron en una entrevista a respecto de Titanic (1997):

“En el fondo, yo veo esto de hacer películas como una guerra, una guerra contra un enemigo invisible, que es el caos. Las víctimas no se pagan en sangre, sino en dólares. Esa batalla está siempre ahí, desde el momento en que concibes una película hasta que le das el último corte. El cine es una dialéctica permanente entre la estética y la economía”.

Cameron tenía mucha razón en sus declaraciones, en la mayoría de los casos, solo se trata de encontrar el equilibro entre ese caos que es hacer cine y a su vez, no olvidar ni subestimar a quienes escriben los diálogos.

 

by Manuel Julián

SITGES INFOGUÍA MAGAZINE nº143 mayo de 2017