Bienvenidos a este nuevo pódcast de “MAÑANAS QUE SE PARECEN”
Mi nombre es Manuel Julián y hace unos treinta años que me lance al apasionante mundo de escribir novelas, en varios estilos y géneros. He publicado 4 libros, y ya sé que no son muchos, pero por el camino he aprendido algunas cosas que podrían ser útiles para aquellos que comienzan, sobre todo a evitar los típicos errores y a caer en los conceptos más frecuentes y expectativas más erróneas sobre qué pretendemos a la hora de escribir.
Por ello he titulado este pódcast: “SENTIDO COMÚN”, que dicho sea de paso, es el menos común de los sentidos, así es que comenzamos.
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Los que me conocéis bien sabéis sobre mi predilección por las revistas antiguas, sobre todo de la década de los años cincuenta y sesenta, y muy especialmente de origen estadounidense.
Hoy, en este apartado sobre por qué es importante el sentido común a la hora de escribir, me gustaría reseñar un antiguo artículo del Reader’s Digest de octubre de 1954. El ejemplar costaba 10 de las antiguas pesetas, o menos de 4 céntimos de euros actuales. Es increíble, salvando el tiempo y la distancia, que hubiese a nuestro alcance tanta cultura por tan poco dinero. La revista, con origen en Nueva York y que todavía se publica, alcanzó en 2022 sus cien años de existencia. En la página web se destaca que desde su lanzamiento en 1922 el Reader’s Digest, o traducido a nuestro idioma “Resumen del lector”, ha estado siempre repleto de información útil e historias inspiradoras.
En la página número 50 de este ejemplar que tengo en mis manos, el de 1954, se formulaba una pregunta que ha trascendido en el tiempo hasta nuestros días, la pregunta es: “¿Qué fue del sentido común?”.
QUÉ FUE DEL SENTIDO COMÚN
El artículo, redactado por la escritora y profesora de literatura Mary Ellen Chase evocaba las características de lo que hoy conocemos como la América profunda. Ellen Chase comenzó hablando de la aldea donde acudía con su familia a pasar los veranos. La escritora recreaba el ambiente de principios de los años cincuenta en una aldea rodeada por los bosques y lagos del estado de Maine En su introducción, hablaba de cuales eran los valores de sus vecinos, absortos en la vida cotidiana de unas pocas calles con pequeños comercios para abastecerse de víveres y artículos de pesca.
Debo decir que me maravilla el lenguaje de una revista de hace más de setenta años. Aunque en nuestra era moderna hemos suprimido muchas palabras e implementado infinidad de abreviaturas y anglicismos, la riqueza de vocabulario e ideas que trasmite este texto, es un verdadero regalo para cualquiera de nosotros si somos capaces de detenernos un momento y apreciar o saborear las cosas como se hacían antes.
Ellen Chase escribió:
“me siento gratamente impresionada por la fidelidad que mis convecinos de aquel lugar guardan a ciertas palabras y expresiones como “ánimo”, “temple”, “hombría” y “sentido común. Estas expresiones indican aquellas cualidades humanas que los pescadores de mi aldea y sus esposas consideran superiores a todas las demás; porque el oficio de pescador es duro y requiere confianza en sí mismo, decisión rápida y la firme resolución de no dejarse vencer por las circunstancias adversas”
He comenzado hablando en este audio reseñando un antiguo artículo sobre un trabajo duro, que requiere confianza en nosotros mismos y cierto grado de determinación para no dejarnos vencer por la adversidad. En cierto modo y aunque ha pasado mucho tiempo desde que se publico este texto, lo cierto es que ahora más que nunca, necesitamos cultivar aquellas cualidades que nos permitirán sobrevivir como escritores y una de ellas es sin duda el sentido común.

Vamos ahora con el desarrollo del concepto. ¿A qué nos referimos con el sentido común?. Básicamente, aunque podríamos dedicar varias horas a argumentarlo, nos estamos refiriendo a no abrigar falsas esperanzas, a no pretender imposibles, a trabajar como si nunca hubiéramos conocido la derrota, pero siendo conscientes de la fragilidad de todos nuestros propósitos en la vida y no recurrir a atajos o medidas desesperadas para ver nuestro libro a la venta lo antes posible. Me refiero a la autoedición, la coedición o la participación activa en toda clase de concursos y caza talentos.
No estoy diciendo que no sean soluciones o medios opcionales con cierta utilidad, pero tengamos cuidado, seamos razonables: si tú escribes la historia, maquetas tu propio libro, diseñas la portada y te gastas cinco o seis mil euros en la impresión de trescientos ejemplares, recuerda que después debes también hacer las presentaciones, el márqueting, la venta y toda la gestión de post producción en las librerías o plataformas digitales. ¿Sabías que alguno de los más reputados centros comerciales no admiten menos de cinco mil mil ejemplares para poner en marcha la venta de tu libro? ¿Irás tú con todos esos libros debajo del brazo a venderlos como si fueras un experto comercial, cuando, lo más probable es que nadie haya oído hablar de ti antes? De nuevo, sentido común.
Conocí hace unos años a un pequeño empresario de servicios de limpieza. Su empresa era tan pequeña, que él mismo realizaba la publicidad, la representación comercial, los presupuestos, respondía al teléfono, gestionaba las tareas administrativas, cobros, base de datos…, y finalmente la limpieza. Cuando el propio empresario acudía al lugar de trabajo con los cubos y las fregonas, los clientes no reaccionaron bien, se sentían engañados y sin importar si realizaba bien o no el trabajo, por lo general, muy pronto, interrumpían sus relaciones comerciales.
Lo que aprendí de la experiencia de mi amigo y su pequeño negocio de limpieza, es que hay cosas que no podemos hacer por nosotros mismos. Y esto nos lleva a la siguiente pregunta:
¿Cómo puede demostrar sentido común un escritor de novelas que se inicia ahora y que todavía no ha publicado su primer libro?

Vamos a responder a esta pregunta a través de seis aspectos o consideraciones que necesitamos tener en cuenta:
- Aceptemos que publicar no es el único objetivo: Un escritor con sentido común comprende que escribir es un camino largo y que el valor de lo que hace o de los resultados de lo que hace no depende exclusivamente de que sea publicado.
- Invirtamos en nuestra formación: Necesitamos leer mucho y absolutamente de todo y no solo novela contemporánea para que nuestra mente se expanda y logremos comprender la magnitud de la expresión libre en todos sus estilos y matices. Algo que también puede ayudarnos es interaccionar con otros escritores que como tú, se inician ahora, asiste a algunos talleres o curso de escritura, demuestra una actitud abierta a la crítica y trabaja algunas cualidades como la humildad al aceptar consejos y la conciencia de oficio. Todos los antiguos oficios artesanos comenzaban con una disciplina. Unos hábitos o rutinas, como el tiempo que dedicas a leer, escribir o relacionarte con el mundo de los libros.
- Sepamos escuchar. Con el tiempo, nos daremos cuenta de que se aprende mucho más escuchando, que hablando de nosotros mismos. Evitemos la arrogancia o el deseo de “deslumbrar” antes de tener nuestra primera obra publicada, que sea nuestro trabajo el que finalmente hable por nosotros. Si siempre somos el centro de nuestras conversaciones, muy pronto nos veremos a nosotros mismos hablándole a un espejo. Mostremos interés y respeto por otros escritores, acudamos a sus presentaciones, compremos su libro, dejemos comentarios constructivos en sus lugares de internet o redes sociales.
- Marca tu propio camino. Debemos trazar nuestro propio rumbo y escribir con una intención clara en lugar de hacerlo de forma caótica o compulsiva, tengamos un propósito claro, demostremos madurez narrativa y sentido de dirección. Si dejamos que nuestra mente divague y se disperse, perderemos la coherencia de nuestra historia y aunque tú tengas muy claro lo que querías decir, los demás no sabrán cómo seguirte.
- Conozcamos bien el medio editorial. No podemos equivocarnos. Más allá de su halo espiritual, cultural o incorpóreo, una editorial es también un modelo de negocio y solo se corren riesgos con los textos que ofrezcan la certeza de que interesan y que se vendan. No debemos idealizar lo que sabemos sobre las editoriales, investiga cómo funciona la industria del libro, quién lee tus manuscritos cuando los envías, qué es lo que se valora, cómo funcionan los concursos, agentes y publicistas. Necesitamos comprobar si hay agua antes de lanzarnos a la piscina, conocer el medio editorial revela sensatez y planificación.
- Cuidado con lo que compartes. Antes hemos recomendado que compartas varios fragmentos de tus textos o incluso los dos primeros capítulos de tu nuevo libro, pero recuerda que la recomendación era hacerlo entre tus más allegados o de mayor confianza, un círculo privado de amigos y familiares. Uno de los requisitos de cualquier concurso es que tu obra sea inédita y que no se haya publicado total o parcialmente en ningún otro medio. Si lanzas tu trabajo a las redes sociales, ¿realmente sabes en qué manos caerá tu obra? Los motores de búsqueda de Internet y la Inteligencia Artificial se mueven con la voracidad de una manada de lobos a la carnaza de nuevas ideas, nuevas historias, escenarios o incluso personajes. Un escritor que demuestra sentido común filtra lo que publica y cómo se presenta. El arte, la música, el cine, la ciencia, y por supuesto la literatura está repleta de famosos plagios. Un ejemplo de ello lo encontramos en Cassie Edwards, escritora de novelas románticas e históricas. Entre 1982 y 2009 había publicado más de 100 novelas ambientadas en culturas nativas americanas. En enero de 2008 el blog de crítica literaria Smart Bitches hizo explotar la bomba. Se descubrió que había plagiado pasajes enteros de libros de historia natural y etnografía, las obras de otros autores entre los que se incluían poemas y textos de referencia sobre los nativos americanos. Después de una investigación pública y como sanción, Edwards perdió el contrato con su editorial Signet Books y lo que fue mucho peor, su credibilidad como escritora.
Hay muchos ejemplos reales de escritores cuyos comienzos fueron muy humildes, pero que demostraron mucha madurez y sensatez a la hora de desarrollar y compartir sus trabajos. Estos autores, demostraron con su ejemplo cómo el sentido común en la escritura se puede manifestar a través de la perseverancia, la investigación rigurosa, la humildad y la dedicación al oficio de escritor.
Regresando a las páginas del viejo Reader’s Digest del que hablamos al principio, el artículo de Mary Ellen Chase concluía con una frase aprendida en su niñez:
“La vida no es todo lo que quieres, pero es todo lo que tienes; así es que acéptala”
O dicho de otro modo, no estemos tan obsesionados con lo que deseamos de la vida, para que después de que pase mucho, mucho tiempo nos demos cuenta de que no supimos disfrutar de lo que teníamos. Quizá la compañía de algunos seres queridos, nuestra primera vez en muchas cosas y hasta nuestra propia juventud.
Así es que para resumir todo lo que hemos hablado hoy:
No abandones tu pasión por escribir, hazlo con un propósito, no te precipites, sé humilde desarrolla sentido común, aprende todo lo que puedas y simplemente, disfruta de lo que haces.

Escritor de novelas. Redactor de contenidos para revistas culturales, blogs y páginas webs. Corrección ortotipográfica y de estilo. Writer freelance.