No sé lo que ha cambiado, si la vida, el mundo o nosotros, pero cada vez me entristece más la lectura de un periódico.

Portadas con malas noticias, contenidos sórdidos y sobrecargados de pesimismo y acritud.

¿Por qué se venden mejor las malas noticias? ¿Por qué una catástrofe es a veces una feliz tirada de periódicos?

Sin duda soy un ingenuo anclado en la nostalgia del pasado, el de un adolescente que se conformaba con releer periódicos antiguos y disfrutar de sus jugosas noticias sobre increíbles viajes, proezas y  biografías. Páginas y recortes para coleccionistas con monográficos, fascículos y colaboraciones muy especiales.

El periódico había creado un clima de entendimiento y cultura, de contenidos memorables que uno deseaba guardar, de recortes de periódico con textos y fotografías que hoy considero una joya para las hemerotecas.  Es cierto, soy un poco vintage, apasionado por revistas como la mítica LIFE o los artículos de LA VANGUARDIA de principios de los 80.

POR QUÉ LAS MALAS NOTICIAS VENDEN MAS

Un conocido sitio de internet sobre nutrición y bienestar publicó recientemente un artículo de fondo en el que se argumentaba que leer periódicos afecta nuestra salud física y psicológica.

Y aunque es obvio que cada vez se lee más en formato online, las páginas más visitadas son la que pueden satisfacer una tendencia cada vez más generalizada hacia la morbosidad.

El efecto negativo de la observación regular de traumas y del contacto con personas que están sufriendo es conocido entre el personal médico como ‘traumatización vicaria’, o ‘estrés traumático secundario’.

La psicoterapeuta del Congreso de E.U.A. Anita Gadhia-Smith explicó para ‘The New York Times’ que el grado de influencia de la violencia en las noticias provoca dos efectos primarios: la insensibilización, por un lado, y la creciente sensación de vulnerabilidad e incapacidad, por el otro.

Algunos investigadores de la Universidad de Bradford (Reino Unido) realizaron un experimento en el que a 189 voluntarios adultos se les expuso de forma prologada a imágenes y noticias violentas, atentados terroristas, pobreza, injusticia social, desastres naturales, corrupción…

El 22% de los participantes desarrolló síntomas semejantes al trastorno de estrés postraumático persistente.

Por supuesto que cada día ocurren desastres naturales o personales de los que se debe informar y a los que muchas veces acuden antes los Youtubers que los reporteros.

Sin embargo hay, debería haber, un sentido de ética profesional que pudiera distinguir los límites entre la noticia y la dignidad del respeto.

 

EL DAÑO COLATERAL

Ciertos individuos se dedicaron a filmar con sus móviles a las víctimas del atentado mientras yacían malheridas en el suelo de las ramblas de Barcelona. Lo peor no fue la falta de escrúpulos y respeto que demostraron hacia esas personas y sus familiares, sino el hecho de que sus vídeos, en pocos minutos se habían convertido en virales. Un gran triunfo con el que alimentar sus egos. No eran precisamente unas imágenes agradables, pero todo el mundo quería verlas, al menos hasta que los Mossos difundieran su comunicado instando a evitar este tipo de conductas absurdas y falta de sentido común.

¿Cómo reaccionan algunos conductores cuando pasan delante de un accidente de tráfico con víctimas? ¿No es cierto que muchas veces aminoran el paso para intentar no perder detalle? Un jugoso protagonismo y argumento estelar en nuestro círculo de amigos.

—“Yo lo he visto, lo puedo contar de primera mano”.

De algún modo, la sociedad en general se ha insensibilizado. Se han dedicado tantas horas de ocio a visionar películas violentas, videojuegos y vídeos en streaming…, con descarnadas y explícitas secuencias de sangre salpicando la pantalla, mutilaciones…, que ya la realidad se confunde con la ficción o viceversa.

¿Hay una manera de contrarrestar el impacto negativo de las malas noticias? La mayor parte de los consejos sobre este tema se reducen a lo obvio: reducir el tiempo que dedicamos a absorber escenas de violencia en los medios de comunicación. Con este fin, algunos proponen la fórmula del «periodismo positivo» y que algunos como Huffington Post o Positive News ya han implantado. En lugar de recrearse en hurgar en las heridas, se centran específicamente en las buenas noticias. Otros ofrecen y reducen el consumo de noticias nefastas a un mínimo, por ejemplo; el escritor y empresario suizo y autor del libro “El arte de pensar”, Rolf Dobell insiste en el hecho de que la noticia a la que se agregan contenidos sensacionalistas, provocadores de reacciones adversas, no solo son nocivos, sino una pérdida de tiempo y que estos en realidad no añaden nada positivo a nuestras vidas.

Sin renunciar al hecho de la importancia de estar informados sobre todo lo que ocurre en el mundo, es muy recomendable que seamos selectivos y no abundemos en exceso en los textos e imágenes sobre tragedias. Nuestra salud física y mental lo agradecerá.

by Manuel Julián

 SITGES INFOGUÍA MAGAZINE nº 148 octubre 2017