El agua se mueve en la dirección en la que todo se inclina. Por eso muchas veces, simplemente nos dejamos llevar por la corriente. Esa tendencia actual fluctúa hoy entre la adulación o la fingida satisfacción por lo que otros dicen o hacen: “bailarnos el agua”.

El Diccionario de la Real Academia Española define la locución verbal «bailarle alguien el agua a otra persona» como «adelantarse, por cariño o adulación, a hacer lo que supone que ha de serle grato».

La adulación en el 90 % de los casos persigue propósitos poco claros (son más bien oscuros) y ha ello se une el factor “dejarse querer”,  es decir, alguien que desea sentirse especial y que acepta los elogios aunque sea consciente de que no están fundados, pero, por que le gusta escucharlos, no presta atención a su detector interno de mentiras ni otras suspicacias. Es tan agradable que le digan a uno que hace algo bien, un deseo tan  natural y de una rareza cada vez mas extraña, que uno sencillamente lo echa de menos, y desea volver a oírlo aunque solo sea una vez y que para ello tenga que hacerse el tonto.

Como decía el dramaturgo y poeta Rafael Alberti: “Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos, el que era y el que me hago”

Hacerse el tonto cuando sabes que los elogios que recibes no son sinceros es permitir que alguien “te regale los oídos”. Un regalo que eleva tu autoestima sobre una vulnerable cama de espuma a punto de desaparecer.

 

En ocasiones la ficción hace equilibrios sobre una delgada línea roja que la separa de la realidad. Muchas veces esa línea se rompe y la virulencia de la caída es proporcional a la altura o intensidad con la que nuestra mente recreaba la añorada ficción en la que vivíamos.

En una entrevista radiofónica a Teresa Viejo, la autora del libro “Animales domésticos”, se establecía una diferencia entre: “La doble vida y la doble moral”. Al hablar de egos efervescentes, y aguas que bailan, es apropiado que nos detengamos unos minutos en estos dos conceptos.

Bernard Weber es un comercial alemán de una conocida marca de vehículos de alta gama. En 2017 ha sido el más eficaz y productivo vendedor de su promoción, lo que le obliga a viajar mucho. Especialmente entre Berlín y Río de Janeiro.

En Berlín le espera su esposa Hertha y sus dos hijos adolescentes. En Brasil, su esposa Marcilane quiere saber si llegará a tiempo de recoger las niñas en ballet.

Weber ya está acostumbrado a aguardar las apariencias, lo único que necesita es ser muy cuidadoso con su agenda y sus pertenencias personales, de modo que su doble vida depende de no cometer errores. En cambio la doble moral va más allá, tiene que ver con sus sentimientos, es decir, pese a saber o imaginar las nefastas consecuencias que tendría ser descubierto; no le importa.

Finalmente hemos completado el puzle, en definitiva todo se resume a lo que verdaderamente nos importa. Ser sinceros o hipócritas, rechazar las palabras fingidas o abrazarlas, vivir diferentes mentiras o centrarnos en enriquecer una única verdad que supere todos las demás posibilidades.

Un fragmento del libro de Teresa Viejo dice:

Desde hace días recuerdo de forma obsesiva cuando me aseguras que tengo una parte oscura que no sabes cómo gestionar y, detrás de esta confesión, sospecho tu miedo a mirar al monstruo a los ojos tal y como deben de medir el peligro los valientes.”

Definitivamente, no es fácil enfrentarnos a nuestros miedos, al monstruo de la mentira viviendo en nuestra propia casa como en “Durmiendo con su enemigo”.

BENEFICIOS DE SER SINCEROS

En internet se comparten cientos de estudios sobre los beneficios psicológicos y para la salud de ser sinceros. Entre otros:

  • Aumenta nuestra autoestima
  • Reduce la ansiedad
  • Fortalece la confianza en uno mismo.

El mejor somnífero ha sido siempre tener una conciencia tranquila, la mejor receta para la longevidad, no temer la verdad.

Algunos eruditos en etimología han publicado que el significado más difundido (no su origen) de la palabra “sincera” se remonta a la época del renacimiento en la que se esculpían miles de obras talladas sobre piedra o mármol. Cuando el artesano daba un golpe de cincel equivocado y producía un desperfecto, disimulaba el error tapándolo con un engrudo de cera. Las obras más valoradas eran las que se habían completado “sin cera”. Como bien sabemos, los artistas de aquella época, especialmente en sus inicios eran capaces de reutilizar cualquier material a su alcance, ya que no disponían del dinero necesario para comprar uno nuevo. Por ello se han encontrado tantos cuadros pintados sobre lienzos, ocultos bajo la obra de otros autores.

La cera que tapaba el desperfecto desaparecía con el tiempo descubriendo el engaño. La vida del comercial alemán, era un vida de cera esperando ser descubierta, porque no nos equivoquemos, las mentiras siempre salen a la luz. Como decía Sófocles: “Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”

by Manuel Julián

SITGES INFOGUÍA MAGAZINE n°152 Febrero 2018