Bienvenidos a este nuevo pódcast de MAÑANAS QUE SE PARECEN. Es para mí un verdadero placer compartir con vosotros este audio sobre escribir nuestro primer libro.

Hoy hablaremos de la elección de un título que sea sugerente y por qué es tan importante.

Antes de nada, debemos detenernos un momento para diferenciar entre tema y título. En realidad cuando hablamos del tema nos referimos al género o el argumento y por otro lado el título sería la manera de identificar el libro y a su autor.

Los que comprábamos música en los años ochenta adquiríamos discos de vinilo, sabemos muy bien lo importante que es una buena portada. En la industria de la música había entonces una verdadera multitud de diseñadores para editar las portadas de los discos, algo que también pasaba con la portada de los libros. En la actualidad todavía quedan algunos, aunque las herramientas y recursos digitales o la Inteligencia Artificial han ganando cada vez más terreno.

En cualquier caso, un buen título puede ser la diferencia entre comprar un libro o desecharlo definitivamente hasta acabar sepultado entre una montaña de buenos textos que no interesan a nadie.
Imaginemos por un momento a un cocinero que ha salido un momento a fumar a la calle, si observamos detenidamente su aspecto desaliñado, falta de higiene y hábitos poco recomendables como hurgarse la nariz, sin duda, por muy bonito que parezca el restaurant, no nos sentiremos impulsados a probar sus platos. En cierto modo, el título sería como ese cocinero, la primera impresión o contacto con el libro. Debe ser limpio, atractivo y que no comunique un mensaje equivocado sobre su contenido.
Recuerdo que antes de terminar mi primer libro elegí como título: «Aguas turbias de Yucatán». Como sus personajes eran unos arqueólogos subacuáticos y buena parte de la historia transcurría en Mexico, pensé en ese momento que era el título más acertado, sin embargo poco después comprendí que algo «turbio» conlleva la idea de algo de dudosa reputación, y es posible que nuestra mente divague hacia otros escenarios, quizá relacionado con el tráfico de drogas, corrupción política o injusticias sociales. Pero el libro no abordaba esos temas, por lo que finalmente escogí el título: «Mandarinas de papel», el motivo queda bien argumentado en el propio relato.

Llegados a este punto nos preguntamos, ¿cuándo deberíamos elegir el título?
¿Debería ser un título largo o corto?

Quizá recordemos el título de aquella película: «Una serie de catastróficas desdichas» es posible que lo recordemos o por el contrario se nos hizo muy largo y fácil de olvidar. Está claro que los títulos cortos suelen ser más contundentes, por ejemplo: «Nada» de Carmen Laforet, «Fuego» de Anaïs Nin, o «Tokio» de Mo Hayder. Debo reconocer que los títulos de mis libros nunca fueron tan cortos y algunos todavía me preguntan por mi libro de las «naranjas», cuando en realidad se trataba de mandarinas. El consejo es que siempre que sea posible, el título debe ser corto y fácil de recordar.
Hablemos ahora sobre cuándo elegirlo.

Algunos escritores son muy metódicos y organizados, en cambio, otros son más caóticos e impulsivos. Es posible que yo me encuentre en algún punto entre ambos, pero lo que he aprendido sobre los títulos es que si basas tu historia en un título, te puedes equivocar, y vamos a argumentarlo: imagínate que eliges el siguiente título: «Vuelo 308», tu personaje es el piloto de un Airbus con una capacidad de más de 200 personas, por lo que se trata de una persona muy responsable y ordenada, está casado y tiene 2 hijos de 12 y 14 años. Una mañana conoce en el supermercado a Amanda, una chica que ha llegado de Colombia hace solo una semana, es una especie de trotamundos, bastante hippie y desordenada, pero algo que ocurre en el supermercado le hace preguntarse cómo habría sido su vida si hubiera iniciado una relación con alguien como ella, si hubiera sido suficientemente valiente como para romper con todas las restricciones sociales, las asfixiantes rutinas y un trabajo que detesta.

La historia avanza. Llegamos al capítulo del divorcio, ya no volvemos a hablar de los aviones ni de los aeropuertos y descubrimos que en realidad Amanda no se llama Amanda y que está huyendo de un narcotraficante buscado por la Interpol en una docena de países.

¿Qué estamos tratando de ilustrar con este ejemplo? Algo muy sencillo, el relato que iniciamos puede tomar nuevos rumbos. En este caso comenzó como una historia romántica y se convirtió en un thriller de acción. Esto significa que como escritores, o como personas extremadamente sensibles a todo lo que nos rodea, algo que hemos observado, aprendido, leído, escuchado o vivido pudo afectar el curso de nuestra historia.


Os hablé de mi primer libro: «MANDARINAS DE PAPEL», lo que no os he dicho es que tardé 10 años en escribirlo y que en todo ese tiempo pueden pasar muchas cosas, de manera que en lugar de elegir un título desde el que iniciar nuestra narración, quizá sea más apropiado desarrollar toda la historia y pensar, ya al llegar a la conclusión, en un título adecuado a todo lo que hemos contado en nuestras 400 o 500 páginas. Quizá algo así como: «SIMPLEMENTE AMANDA»

Si a ti te funciona iniciar tu trabajo a partir de un título, pues muy bien, pero reconoce que después, cuando finalices el libro, es posible que no sea el más apropiado. Por otro lado debes pensar en el maquetado de tu obra, el color y tipo de letra. Si el título es muy largo, la letra debe ser más pequeña. Tengo en mis manos una de las novelas de David Baldacci, concretamente una que publicó en 2016 y titulada en inglés: «MEMORY MAN» y al castellano: «MEMORIA TOTAL». El título, después del nombre del autor y una línea en negrita que dice: «Best seller en Estados Unidos. Más de 1.200.000 ejemplares vendidos», el título ocupa más de la mitad de la portada.

Como resumen de todo lo que hemos visto hoy:

Necesitamos que el título sea fácil de recordar.
Que destaque bien en la portado de nuestro libro.
Es posible que la elección del título sea más apropiada después de completar nuestro trabajo.

Recordamos en este punto la antigua frase de Baltasar Gracían en su obra «Oráculo manual y arte de prudencia» [1647]: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno»