Muchas historias comienzan de una manera sencilla, como esta en la que un joven que ya ha cumplido veinte años se encuentra en estos momentos en su lugar de trabajo, reponiendo latas de conserva en un conocido supermercado.

 

La lluvia había dado paso a un refrescante ambiente para pasear. Durante el mes de noviembre, el aire olía a castañas asadas, palomitas y las crujientes hojas de otoño revoloteando por el suelo de las ramblas. 

Un grupo de familias con niños salían del cine Bosque después de ver una alegre película de dibujos animados y Climent pensó que sería bonito tener una familia, una con niños y una mujer que le amara y que le esperara impaciente después de todo un día de trabajo. Era algo así como un sueño, la utopía sobre lo que consideraba una vida mejor, mejor que la suya. A decir verdad, su trabajo de reponedor en aquel gran supermercado, no era nada creativo y aunque había tenido  algunos escarceos amorosos con la chica de la frutería y la cajera, estas le habían abandonado por aburrido.

Sí, Climent era un aburrido, le aburría su trabajo, sus libros, su coche modelo del 85, sus sellos y películas en blanco y negro. Su vida era asfixiantemente monótona y enseguida trasmitía a los demás esa sensación de la que todos huían como la peste. A pesar de ello, él ya se había acomodado a su viejo sillón, la cena de microondas, sus zapatillas y las películas clásicas. 

Una mañana de sábado vió un anuncio en el aparador de la barbería y pensó ¿por qué no? Así es que dejándose llevar por un pequeño arrebato que le permitiera dejar atrás el sopor de sus rutinas, se inscribió en el curso de repostería de Lolita Cacao i Café, y es allí a donde se dirigía el próximo lunes después del trabajo. Había visto por Internet las maravillosas galletas decoradas con azúcar y confeti, los pasteles de jugoso bizcocho y las cupcakes de chocolate salpicado de almendra y se dio cuenta de que aquello podría ser la respuesta aunque él mismo ni siquiera sabía hornear un sencillo postre. Cuando el inspector del gas revisaba su cocina, siempre le decía lo mismo: —Parece nueva.  —Y es que, era nueva, porque después de tantos años viviendo solo, continuaba comprando comida rápida y precocinada.

                   Las terrazas de la Rambla de la Pau estaban llenas del goloso y humeante chocolate con melindros del Lolita. Climent miró a aquellas personas, parecían alegres con sus reconfortantes tazas en las manos. Justo delante de las mesas se encontraba el Lolita Cacao i Café. Se detuvo a contemplar la cuidada decoración de la puerta y pensó que era mejor volver a casa, enfundarse en su manta de sofá y fundir las pilas del mando a distancia del televisor haciendo zaping, pero comprendió que esto tampoco le satisfaría y que sería peor porque le dejaría con la sensación de ni siquiera haberlo intentado. 

Allí estaba Climent, intentando que su mente y sus pies volvieran a reconectarse. Sus dudas lo llevaban a la deriva de un mar tempestuoso de dudas y temores infundados, cuando reparó en la pizarra con el contenido de los cursos:

«El curso comenzará esta tarde con la creación de la primera Tarta Fondant y unos maravillosos Cupcakes Vintage para los que aplicaremos la receta Red Velvet.

A las 20:00, durante el descanso, Lolita abrirá su espacio de intercambio de sabores. No te pierdas la degustación de Le Chocolat belge, presentado por nuestra gourmet Vanesa».

LolitArt

               Climent lo leyó todo varias veces, sonaba bien, parecía una bocanada de aire fresco a la monotonía de su existencia y entró. Una camarera le indicó muy amablemente que el taller LolitArt se encontraba en el primer piso. Su mente caminaba en dirección contraria cuando por un impulso impredecible sus pies subieron por aquellas escaleras hasta el taller. Aun estaba a tiempo de irse, pensó, pero alguien abrió súbitamente la puerta y descubriéndole indeciso le invitó a pasar, casi habían tropezado el uno con el otro. Ella tenía trazas de chocolate en la nariz y un tiznajo de harina, vestía con una blusa de ensueño y un delantal que le transportó a un instante de su infancia en la que todavía podía recordar aquella hermosa mujer de la lata de ColaCao rodeada de niños alegres y golosos. 

Ella se excusó con una sonrisa de terciopelo rojo que el ya no podría olvidar jamás, se deslizaron por el pequeño espacio de la puerta desde el que su aroma de Chanel y frambuesa le acompañó hasta las escaleras. Él la siguió con la mirada. Cada instante era como descubrir un arcoiris en un lluvioso día de primavera, como salir ileso de un incendio y ver la vida lanzándole un pequeño guiño.

Después de la primera parte del cursillo de repostería, llegó el descanso. Para entonces Climent ya sabía que ella se llamaba Lucía, que estaba soltera y que sus ojos habían coincido con los suyos en más de una docena de veces. Se ofreció a ayudarla con la Red Velvet, el resto del grupo bajó a la degustación de los chocolates belgas.

Todo comenzó con un torpe roce de manos, con un atropellarse en las palabras, él limpió con un paño el chocolate de su mejilla, ella estaba temblando como el trigo al atardecer y luego se besaron.

En el Lolita Cacao i Café, alguien había descorchado una botella de cava para celebrar el inicio del nuevo curso, sin que nadie pudiera sospecharlo, en el primer piso aleteaban los primeros besos de azúcar glacé y Climent comprendió que su vida, en realidad, comenzaba hoy.

 

XXX-SUGAR KISSES

The rains had left a fresh and pleasant atmosphere to take a walk. During the month of November, the air smelled of roasted chestnuts, popcorn and crunchy autumn leaves fluttering on the ground of the Ramblas. A group of families with children came out of the Bosque cinema after seeing a cheerful animated cartoons movie and Climent seeing them, thought it would be nice to have a family, with children and a woman who loved him and who would wait impatiently for him to come home after a day’s work. It was like a dream, utopia on what he considered a better life, better than his actual one. In fact, his work in a large supermarket as a shelf filler was nothing creative and although he had had some flings with some co-workers, they ended up abandoning him for being boring.

Yes, Climent was boring, he was bored with his work, his books, his car ‘85 model, his stamp collection and documentary films. His life was boring and he conveyed that feeling to others which made all of them flee like the plague. For this reason he had enrolled in a baking course in the Lolita Cacao i Café, and it is there where he was going at the time. He had seen in Internet the wonderful decorated sugar confetti cookies, three-tier cakes and chocolate cupcakes sprinkled with almonds and realized that this was not only creative but that he himself did not even know how to make a cake. When the gas inspector checked his kitchen, he always said the same thing: “Looks new.” And, it was new, because after so many years of living alone, he continued buying fast food to heat in the microwave.

The terraces of the Rambla de la Pauwere full of Lolita’s sweet and hot chocolate with melindros. Climent looked around and everyone seemed happy with their comforting cups in their hands. Right in front of the tables was the Lolita Cacao i Café shop. He paused to contemplate the shop door decoration and thought it best to go home, slip into his slippers and melt the batteries of the TV remote control, but even this did not satisfy him and it would be worse because he had not even tried. His doubts led him adrift in a stormy sea that was his own, tedious life and that was when he noticed the noteboard with the course content:

The course will begin this afternoon with the first creation of Fondant Cake and Vintage Cupcakes using the Red Velvet recipe.

At 8 pm, during the break, Lolita will open its space for sampling. Do not miss the tasting of Le Chocolat Belge, presented by the Gourmet, Vanessa.

LolitArt

Climent read it all several times which sounded good, looked like a breath of fresh air to the monotony of his existence and entered. A waitress kindly told him that the LolitArt workshop was on the first floor. His mind walked in the opposite direction when an unpredictable impulse moved his feet while walking up the stairs to the workshop. There was still time left to turn back, he thought, but suddenly someone opened the door and revealing his indecisiveness, invited him, almost bumping into each other. She had traces of chocolate and flour on her nose, dressed in a unbelievable blouse and apron, a dream that transported him to a moment of his childhood in which he could still remember that beautiful woman surrounded by happy and greedy children on the Cola Cao tin. She whispered pardon with a red velvet smile that he would never forget while passing by the small space of the doorway from which the aroma of raspberries and Chanel accompanied him to the stairs. He watched her closely, every instant was like discovering a handful of yellow photos in a forgotten drawer, like escaping unscathed from a fire and discover that life goes on.

After the first part of pastry class came the break. Climent knew by then that her name was Lucy, that she was single and that their eyes had met in more than a dozen times. He offered to help with the Red Velvet while the rest of the group went down to taste the Belgian chocolates.

It all started with a clumsy touch of hands, with the fumbling of words, as he cleaned off some chocolate from her soft cheek, she was shaking like a field of wheat at sunset and then they kissed.

In Lolita Cacao i Café, someone uncorked a young bottle of champagne to celebrate the start of course, while no one suspected that on the first floor a fluttering of first XXX-sugar kisses were taking place and Climent then realized that his life had just begun.

Translation:  Laurie Baughman